Ronald Reagan

Miss Carlaina
3 min readMar 7, 2017

--

Estábamos con Ronald Reagan tirados en el sillón. En la radio sonó una canción de amor y nos pusimos a bailar y él con su pie tiró la copa de vino que había dejado en el piso justo al lado del sillón. Un poco me enojé porque con esa copa quedaba incompleta una colección que habíamos traído de nuestro último viaje a Holanda.

Viajamos a Holanda en el 77. Estábamos pasando una especie de crisis. O, tal vez, puede que la monotonía nos estaba matando. Nos estábamos dedicando a vivir una especie de vida que no encajaba con nuestros deseos y placeres. Cuestión que nos fuimos a Holanda. El viaje estuvo regio. Casi no nos vimos, excepto al momento de dormir. Nos llenamos de amantes. Lo sé. Yo no lo vi. Él no me vio. Pero ambos sabemos que fue así. Es que en la ciudad se hace difícil por los conocidos. A nosotros mucho no nos importa pero los chismes corren y nuestras familias conservadoras jamás podrían comprenderlo. Con Ronald Reagan gustamos de desaparecer para poder aparecer en esos espacios donde nadie nos molesta y nadie sabe quiénes somos.

Camino al aeropuerto pasamos por un local chiquito que nos llamó la atención y ahí encontramos el juego de copas que estuvo intacto por más de veinte años hasta que Ronald Reagan con su pie, bailando, pateó la copa que estaba al lado del sillón en el piso.

Nos reímos. Reímos porque estamos viejos y nunca más vamos a volver a Holanda. Y, quizás, porque esas copas eran horribles pero eran bellas y nos encandilaron con sus detalles. Nos miramos a los ojos segundos después de escuchar el vidrio explotar contra la pared y nos encontramos en la complicidad de aquellos que se conocen tanto que no necesitan hablar. Y nos pasa mucho pero también es verdad que hacia mucho que no nos pasaba. Es que estamos tan ocupados. O no. Pero también es verdad que llegamos a ese momento de las relaciones en las que uno disfruta con la distancia del otro.

Con Ronald Reagan nos conocimos unos días entes de la Navidad de 1972. Yo estaba paseando por Galerías Pacífico, buscando regalos para mi prometido. Él hacía lo mismo con la novia de ese entonces. Bárbara Mitre. Cómo olvidarla. Era la chica del momento. Buscaban los regalos juntos porque a ella no le gustaban las sorpresas. No. No le gustaban. No. No le gustó cuando Ronald Reagan rompió con ella para quedarse conmigo. Así de un día para el otro sin darle tiempo siquiera a procesarlo. A mi me pareció un poco abrupto pero él siempre sostiene que las cosas así debían ser. El tema fue que yo me detuve esa tarde mirando unas pulseras en una de las joyerías, él no me vio. Venía tomando un helado y me chocó de frente. Yo tenía puesto un vestido blanco que quedó embadurnado de frutilla y chocolate. Le dije de todo. Él intentó ayudarme y, sin querer, me tocó las tetas. Nos miramos. Nos miramos como se miran dos que se conocen sólo que en ese momento no nos conocíamos. Nos miramos con complicidad. Claro que ese día no pasó nada. Todo sucedió en la fiesta de fin de año de mi amiga Estela en la que Ronald Reagan estaba invitado y no hizo falta la presentación. Cuando nos vimos nos reímos. En ese momento no estaba acompañado. Yo sí. Mi prometido estaba nadando en la piscina de Estela cuando con Ronald Reagan, luego de una larga charla y varias copas, nos fuimos a una de las habitaciones de huéspedes y desde ese día no nos separamos más.

Todas estas imágenes y recuerdos me interpelaron mientras Ronald Reagan iba hasta la cocina a buscar papeles de diario para limpiar el vidrio de la copa que compramos en Holanda en el 77, cuando no dábamos más de la rutina pero deseábamos llegar a este presente para encontrarnos bailando una canción de amor que sonaba en la radio.

--

--

Miss Carlaina

Soy de Vélez y fan de Volver al futuro. ♥ Un blog lleno de borradores.